¿Cómo cambian los pulmones cuando hacemos ejercicio?
¿Cambian los pulmones cuando hacemos ejercicio? Empezamos a correr y sentimos que hay mayor demanda de oxígeno, se acelera la frecuencia respiratoria y hasta jadeamos. Estas son sensaciones que todos hemos percibido en algún momento.
El sistema respiratorio es fundamental para quienes practican deporte. A través de este, incorporamos los gases que necesitamos para el metabolismo celular y expulsamos sustancias tóxicas, como el dióxido de carbono. Si no se adaptasen los pulmones al esfuerzo, de seguro se nos imposibilitaría avanzar en los entrenamientos.
¿Para qué sirve el sistema respiratorio?
El sistema respiratorio del cuerpo humano se compone de la nariz, la garganta, la faringe, la laringe, la tráquea, los bronquios y los pulmones. Dentro de estos últimos se alojan los alvéolos, que son las unidades mínimas donde se intercambian los gases.
En la membrana alveolar sucede un paso de oxígeno hacia adentro y una salida de dióxido de carbono. De esta manera, todo el metabolismo del cuerpo respira a través de este tejido, con lo que se descartan los deshechos que podrían intoxicar y enfermar al organismo, como el dióxido de carbono.
En el deporte, los cambios pulmonares sirven para responder al estrés del ejercicio. Aunque nos genere placer, la práctica deportiva es, en cierto sentido, estresante, pues exige que los sistemas humanos respondan más allá de lo que están acostumbrados.
Entre otras acciones, ante la exigencia física se debe acelerar la frecuencia cardíaca, liberar más adrenalina, aumentar la atención, dilatar las pupilas y modificar la dinámica respiratoria.
Cambios agudos de los pulmones cuando hacemos ejercicio
Al iniciar un ejercicio, la respiración se incrementa en frecuencia. Esta es una respuesta básica para aumentar el intercambio gaseoso y debe suceder siempre, aún en atletas entrenados.
En las actividades deportivas, el metabolismo se incrementa para producir la energía que necesitan los músculos. La mayoría de las reacciones químicas metabólicas necesitan un suministro de oxígeno constante, y si el tejido muscular se contraerá y relajará de forma repetida, es inevitable una mayor demanda de combustible energético.
En definitiva, el oxígeno es eso para las células: un combustible. A mayor demanda de energía, mayor la necesidad de oxígeno, y la forma más rápida de obtenerlo es con una frecuencia respiratoria elevada. Del mismo modo, los deshechos metabólicos se incrementan, y la espiración es la modalidad de expulsión para los gases tóxicos.
Los cambios agudos en los pulmones son distintos en los primeros minutos del entrenamiento si los comparamos con la etapa de meseta, o sea, cuando el ejercicio alcanza valores constantes. Al inicio, la frecuencia respiratoria se incrementa de forma exponencial, pero luego varía con menos intensidad.
Por supuesto, el deporte en sí que practiquemos no es la única variable. En atletas profesionales, se acostumbra entrenar los músculos respiratorios para mejorar la dinámica en las competencias, como detalla una publicación de la Revista Cubana de Medicina Militar. Tampoco será lo mismo un ejercicio aeróbico que uno de fuerza puntual.
Los cambios crónicos con el ejercicio regular
El concepto clave que sirve para explicar los cambios crónicos y adaptativos que suceden en los pulmones cuando hacemos ejercicio de manera sostenida es la tasa máxima de ventilación. Se entiende por tal a la cantidad de aire que puede entrar a los pulmones en una unidad de tiempo, que se suele medir en minutos.
La tasa máxima de ventilación varía con el tamaño del cuerpo y con el entrenamiento; esta puede llegar a los 200 litros de aire ingresado en un minuto en personas de contextura grande. Si a ello añadimos un ejercicio aeróbico frecuente, esos valores pueden incrementarse.
Pensemos por un momento que, para una persona sana y de contextura física normal —de aproximadamente 70 kilogramos de peso—, el volumen inspirado es de siete litros en un minuto. Esa misma persona, si la situación lo requiere, puede llegar a 100 litros en el mismo minuto.
El entrenamiento mejora la tasa máxima de ventilación incrementando el tamaño pulmonar y la capacidad que tienen los alvéolos de intercambiar gases. Esto quiere decir que no solo hay más espacio para almacenar, sino que nos hacemos más eficientes en la tarea, por lo que podemos decir que, efectivamente, cambian los pulmones al hacer ejercicio.
La importancia de la adaptación pulmonar
El deporte regular necesita entrenamiento, y la práctica continua mejora la eficacia de diversos órganos, entre ellos los pulmones. Si el intercambio gaseoso no se estimula y mejora, resultaría imposible avanzar en las metas deportivas.
Los pulmones cambian cuando hacemos ejercicio, y gracias a ello podemos realizar las actividades que nos gustan. Es por ello que debemos cuidar la salud pulmonar para no entorpecer esa adaptación vital. No fumar, controlar con un médico las enfermedades crónicas respiratorias y proteger las vías aéreas del frío y de los agente contaminantes son simples medidas que podemos aplicar para ello.
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