¿Qué puede afectar la flexibilidad?

La flexibilidad es uno de los atributos más importantes a medida que una persona va sumando años de vida. Debemos aprender a mantenerla para un envejecimiento saludable.
¿Qué puede afectar la flexibilidad?
Joseph Wickman

Revisado y aprobado por el fisioterapeuta Joseph Wickman.

Escrito por Joseph Wickman

Última actualización: 30 mayo, 2023

Saber qué factores pueden afectar la flexibilidad es muy importante, ya que es una cualidad esencial para mantener una buena calidad de vida. A continuación, vamos a ver cuáles son las causas que más afectan este atributo.

Al saber cuáles son los hábitos o las acciones que atentan contra la flexibilidad, podremos tratar de evitarlas en el día a día. Desde luego, en algunos casos será más sencillo que en otros, pero está claro que merece la pena hacer el intento.

El sedentarismo disminuye la flexibilidad

Este es el enemigo número 1 de la flexibilidad. La flexibilidad es una cualidad que hay que trabajar, como la fuerza o la resistencia. Al pasarnos los días sentados o acostados, la musculatura se mantiene en la misma situación, con la misma longitud y sin recibir estímulos.

Al igual que cuando hacemos pesas nos ponemos fuertes, el cuerpo también se va adaptando a esta situación. Por lo tanto, si el cuerpo se adapta a estar en reposo y a que los músculos estén acortados, se mantendrán cortos. Esto hará que nos cueste mucho más estirarlos, lo que se traduce en una pérdida progresiva de la flexibilidad.

No estirar puede afectar a la flexibilidad

Digámoslo claro: hay que estirar siempre después de una sesión de deporte o ejercicio físico, sea cual sea. Aunque no siempre es necesario estirar antes de practicar deporte, hacerlo después sí que aporta beneficios.

Pensemos que al practicar deporte le ponemos mucho estrés a la musculatura y la estamos obligando a contraerse y relajarse repetidas veces en un periodo de tiempo determinado. Así, cuando acabamos, los músculos están tensos y tienden a retraerse.

Hombre realizando estiramiento para el dolor de espalda.

En cambio, cuando estiramos, le decimos al cuerpo que «ya está». De este modo, le dejamos saber que se puede relajar y ayudamos a que el esfuerzo realizado no acabe por afectar la flexibilidad.

La falta de trabajo específico

Aparte de estirar después de las sesiones de ejercicio físico, como hemos dicho, a la flexibilidad hay que trabajarla. Al contrario de lo que ocurre con otras cualidades, no es algo que mejore simplemente por practicar deporte; de hecho, se siguen realizando estudios que buscan descubrir la manera más efectiva de hacerlo, como uno publicado por la Revista Andaluza de Medicina del Deporte.

Si no queremos perder flexibilidad, tenemos que entrenarla haciendo ejercicios específicos. Sea cual sea el deporte que practiquemos, añadir una sesión que trabaje la flexibilidad le irá muy bien al cuerpo. Este tipo de ejercicios ayudan a desestresar y quitarle tensión a los músculos, así como a relajar la fascia y permitir que la sangre circule libremente por todo el cuerpo.

La edad afecta a la flexibilidad

De los peligros que pueden afectar la flexibilidad, este es uno de los que no se pueden evitar. A medida que nos hacemos mayores, el músculo es reemplazado por grasa y las habilidades físicas merman. Según una investigación publicada por la Revista de Investigación en Salud de la Universidad de Boyacá, esta es una de las calidades que más empeora.

Pese a que no se pueda frenar el envejecimiento totalmente, trabajar las demás causas sí que lo pueden suavizar. A medida que nos hacemos mayores, lo más importante es preservar la calidad de vida. Si hemos trabajado la flexibilidad de jóvenes y continuamos haciendo ejercicio específico de mayores, nos ahorraremos muchos dolores de espalda, hombro y demás.

De hecho, una de las razones por las cuales la edad suele afectar tanto a la flexibilidad es porque a menudo va acompañada de sedentarismo. Si cambiamos músculo por grasa y encima no nos movemos, el empeoramiento será mucho más pronunciado.

Mujer estirando para calmar el dolor en la zona lumbar.

Otros factores que atentan contra la flexibilidad

Por una parte, las mujeres son más flexibles por naturaleza que los hombres. Este es el segundo factor que no se puede evitar, pero al igual que la edad, sí que se puede neutralizar hasta cierto punto. Esto quiere decir que no es determinante: una mujer sedentaria tendrá menos flexibilidad que un hombre que haga sus estiramientos después de entrenar.

En segundo lugar, el último factor que puede afectar la flexibilidad son las limitaciones articulares. Ya sea debido a operaciones o a problemas con las articulaciones —artritis o artrosis, entre otras—, las patologías subyacentes pueden limitar la movilidad. Con ello, le restamos posibilidades de estiramiento, más allá de que los músculos estén en forma o no.

Un aspecto clave

Como vemos, lo más importante es mantenerse activos y estirar, de ser posible, durante toda la vida. En la actualidad están de moda las clases de pilates, yoga o taichí para mayores, y esto podría ser muy positivo para conservar este atributo físico.

Se debe considerar que la flexibilidad no tiene que ver solo con los músculos. Si estos están acortados, tiran de los huesos y acabaremos sufriendo patologías óseas.

De hecho, si nos acostumbramos a trabajar con los músculos acortados, cuando hagamos un esfuerzo en el que tengamos que estirarnos súbitamente, es probable que suframos una lesión muscular. Un músculo sano no es aquél que más desarrollado está, sino el que tiene un buen equilibrio entre fuerza, resistencia y flexibilidad.


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  • F. Ayala, P. Sainz y A. Cejudo. El entrenamiento de la flexibilidad: técnicas de estiramiento. Revista Andaluza de Medicina del Deporte. Volume 5, Issue 3, September 2012, Pages 105-112
  • P. Calero y M. Chaves. Cambios fisiológicos de la aptitud física en el envejecimiento. Revista investigación en salud universidad de Boyacá. Volume 2, Issue 5, 2016
  • E. Cyrino, A. Oliveira, J. Leite et al. Comportamento da flexibilidade após 10 semanas de treinamento com pesos. Revista Brasileira de Medicina do Esporte, 10(4), 233-237, 2004.

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